Cuando Hume fallece en 1776, Mary Wollstonecraft, que había nacido en 1759 en Londres, tiene 17 años. La que con el tiempo sería considerada una de las pensadoras fundacionales del feminismo moderno, tuvo una infancia difícil debido a los problemas de su padre con la bebida, el maltrato al que sometía a su madre, y la escasez económica. En coherencia vital con su defensa de la autonomía intelectual e independencia económica de la mujer, Mary Wollstonecraft desempeña desde bien joven las ocupaciones más variadas. En 1778 trabaja como dama de compañía. Más tarde abre una escuela con su amiga Fanny Blood. En Irlanda desempeña la función de institutriz para una familia acomodada. Siguiendo sus inquietudes intelectuales decide ganarse la vida como escritora, algo bastante inusual y difícil para una mujer de la época. Se dedica también a labores de traducción después de aprender francés y alemán y a reseñar libros para la prensa, lo cual amplía mucho su horizonte cultural, así como el hecho de que frecuentara a intelectuales como Thomas Paine, William Godwin o Henry Fuseli.
En 1787 escribe su primera obra: Reflexiones sobre la educación de las niñas, en la que defiende una educación que no discrimine entre los sexos. En 1790 se traslada a Francia para vivir de cerca los acontecimientos que sucedieron a la Revolución y entabla amistad con los girondinos. En 1794 publica como consecuencia de sus experiencias Una visión histórica y moral de la Revolución francesa.
Sin embargo, Mary Wollstonecraft ha pasado a la historia sobre todo por su obra de 1792 Vindicación de los derechos de la mujer. En esta su obra capital, sirviéndose también del concepto de naturaleza humana tan en boga en estos tiempos (en Hume, Rousseau…) argumenta Mary Wollstonecraft que las mujeres no son naturalmente inferiores al hombre. Cuando esta apariencia de superioridad se presenta, se debe a que la mujer no ha accedido en pie de igualdad a la educación. En un orden social basado en la razón- no se olvide que corren los tiempos de la Ilustración- hombres y mujeres deberían ser tratados sin hacer distinciones de sexo, es decir, de forma absolutamente igualitaria. La mujer debe ser educada racionalmente para que pueda contribuir a la mejora de la sociedad. Wollstonecraft tomó como referencia crítica el Emilio (1775) de Rousseau, obra en la que el pensador ginebrino sostenía que la mujer debía recibir una formación específica, acorde con su función dentro de la sociedad, una función eminentemente doméstica, educadora moral y sentimental de la prole. La mujer debe aprender a ser sumisa, a obedecer, a esperar al marido y ofrecerle amena conversación. Un concepto, por cierto, que retoma Kant, entregado y “poco crítico” lector de Rousseau.
Mary Wollstonecraft considera que la Ilustración ha excluido a las mujeres de sus lemas: libertad, igualdad y fraternidad. En una visión absolutamente contemporánea de las relaciones, considera la autora de Vindicación de los derechos de la mujer que ésta ha de recibir una formación absolutamente racional, como el hombre, y que debe ser compañera intelectual de éste. Esta formación, además, garantiza la transmisión natural, cotidiana, doméstica, de la cultura, en el sentido más amplio, de madre a hijos. Una madre formada es más útil para la mejora de la sociedad que esos seres a los que sólo se ha educado para cultivar la belleza, la honestidad, los sentimientos. La tradicional concentración en cuestiones frívolas daña educacional e ideológicamente a la mujer, y a través de ella a la sociedad en su conjunto.
En su obra, Mary Wollstonecraft va desmontando una serie de tópicos que la crítica Ilustración había asumido acríticamente: las mujeres no tienen una sensibilidad especial, sino que se tata de un rasgo educacional cultivado al precio de una merma en el uso y ejercicio de la razón. Hombres y mujeres deben ser educados sobre la base de un mismo modelo, en un sistema educativo mixto. Que la educación haya sido diferenciada hasta el momento no implica que deba seguir siéndolo. Mary Wollstonecraft detecta incluso la comisión de esta falacia naturalista en los argumentos filosóficos de Rousseau, quien de una constitución física diferente- hechos- pretende derivar deberes.
Mary Wollstonecraft llevó una vida bastante azarosa. Estuvo casada con el filósofo de corte anarquista William Godwin, con quien concibió a Mary Shelley, quien alcanzaría la celebridad como autora de la novela Frankenstein. Murió en 1797, a los 38 años, como consecuencias de las complicaciones del parto. Vindicación de la mujer se considera precursor del feminismo contemporáneo. Su figura se recuperó en los años 60 y 70, cuando se publicaron diversas biografías de esta pensadora y defensora de la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres.
“Que la mujer comparta los derechos del hombre y emulará sus virtudes, pues se perfeccionará si se emancipa, o justificará la autoridad que encadena a semejante ser débil a su deber. En el último caso, sería recomendable abrir un nuevo comercio de látigos con Rusia, un regalo que un padre debería hacer siempre a su yerno el día de su boda, para que un marido pueda mantener en orden a toda su familia con los mismos medios y sin violación del reino de la justicia, empuñando este cetro, dueño único de su hogar, pues es el único ser en él que posee razón: la divina e irrevocable soberanía terrenal que el Señor del universo alentó en el hombre. Al admitir esta posición, las mujeres no tienen derechos inherentes que reclamar y, por la misma regla, sus deberes desaparecen, pues derechos y deberes son inseparables”
(Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer)
(Agustín González Ruiz y Fernando González Ruiz. Historia de la filosofía. Editorial Akal. Madrid. 2009)