Platón describe al individuo humano como un ser compuesto de alma y cuerpo. El alma es la parte más alta y digna, porque es semejante a lo divino, es decir, a las ideas; por su superioridad, el alma debe regir el compuesto humano. El cuerpo, por el contrario, debe ser gobernado por el alma, ya que es imperfecto; además, el cuerpo supone un obstáculo para el alma en su anhelo por alcanzar la contemplación de la verdad y el bien. Siguiendo la opinión de los pitagóricos, Platón consideró que el cuerpo es como una cárcel para el alma, de la que desea salir para vivir junto a las ideas.
La asociación de alma y cuerpo no es completa, porque es una unión temporal y accidental. Es temporal porque no dura siempre, pues se deshace tras la muerte del ser humano. Es accidental porque ambos elementos nunca pierden su identidad propia dentro del compuesto; en la antropología platónica, alma y cuerpo están unidos, pero siguen siendo dos cosas distintas, como el piloto y la nave, o como el jinete y el caballo.
El cuerpo humano, al pertenecer al mundo sensible, siempre ha estado en este mundo en el que vivimos, pero ¿dónde ha estado el alma humana antes de unirse al cuerpo? ¿cuál es su origen? El pensador ateniense consideró que el alma preexistió en el mundo de las ideas antes de unirse al cuerpo y esto lo sabemos por su afinidad con ellas. Si el alma tiene que ver con el mundo inteligible, es porque preexistió en él con anterioridad.
Entonces, si el alma habitaba en el mundo de las ideas y era feliz allí, ¿por qué ha abandonado aquel mundo para introducirse en un cuerpo? Platón trató de responder a este interrogante considerando que el alma humana en sí misma no posee una completa unidad, por lo que sus elementos no siempre actúan con total armonía.
Para intentar aclarar este razonamiento, expuso en Fedro el mito del carro alado. De acuerdo con él, el alma es como un carro tirado por dos caballos: uno representa las inclinaciones o impulsos nobles, mientras que el otro simboliza los apetitos y deseos. El auriga o conductor es la razón, que debe dirigir a ambos. Todo va bien mientras la razón gobierna al hombre, pero cuando el deseo de placeres se desboca, la razón pierde el control, se quiebra la unidad del alma y esta queda sujeta al mundo sensible.
A través de la imagen del carro alado, Platón muestra que el alma consta de tres partes o funciones:
*La racional, representada por el conductor del carro, que debe gobernar a todo el ser humano y conducirlo al conocimiento de las ideas. Los sujetos en quienes destaque esta parte del alma serán los amantes del saber.
*La irascible, simbolizada en el caballo bueno, en la cual se encuentran los impulsos nobles, como la valentía. Aquellos que sean gobernados por el alma irascible serán los amantes del poder y de los honores.
*La concupiscible o apetitiva, por la cual el humano busca y desea el placer sensible, y es arrastrado hacia lo material. Si domina este aspecto del alma, el individuo será amante del placer y del dinero.
Esta división tripartita del alma humana ocupó un lugar destacado en el pensamiento platónico, porque la empleó para explicar las diversas virtudes y la organización de la sociedad ideal.
Otra cuestión importante es saber si el alma permanece cuando se separa del cuerpo tas la muerte y ese se corrompe. Al igual que los pitagóricos, Platón sustentó que el alma es inmortal. No obstante, a diferencia de ellos, trató de razonarlo, alegando que el alma humana es semejante a las ideas porque ha vivido junto a ellas y las ha contemplado antes de introducirse en un cuerpo; por consiguiente, es afín a lo divino y es imperecedera. Es decir, pertenece a su esencia perdurar, aun cuando el cuerpo desaparezca. En el diálogo Fedón escribe: “El alma es lo más semejante a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que está siempre idéntico consigo mismo”. Al igual que las ideas, no tiene partes materiales y, por tanto, no puede morir, pues no puede descomponerse ni corromperse.
Tras la muerte, el destino del alma es alcanzar y contemplar nuevamente el mundo de las ideas. Sin embargo, siguiendo a los pitagóricos, Platón afirmó que no todos lo consiguen, pues el alma que no se libera plenamente de los impulsos que la atan al mundo sensible pasará (transmigrará) de un cuerpo a otro después de la muerte; ese otro cuerpo podrá ser humano o animal, dependiendo de lo racional o irracional que haya sido su vida. Solo podrá lograr su objetivo cuando esté enteramente purificada de lo terreno mediante una vida virtuosa.
(AA. VV. Historia de la Filosofía. Editorial Casals. Barcelona 2016)