1.Sus aportaciones
G.W.Leibniz (1646-1716) fue uno de los pensadores racionalistas con más universalidad de intereses: poseía una mente polifacética y creadora, y en sus obras trató prácticamente todos los conocimientos humanos. No sólo investigó en los ámbitos de la filosofía, teología, matemática, física, lógica, economía, historia, filología, derecho y política, sino también en muchos otros como astronomía, historia natural…
En Filosofía su aportación fue un sistema racionalista donde distingue entre verdades de razón y de hecho; además de su cosmovisión que incluye la monadología y la armonía preestablecida, aparte de sus reflexiones sobre el mal.
En Teología su justificación de Dios y de su providencia ante el mal que hay en el mundo. También intentó unir las Iglesias cristianas separadas.
En Matemática descubre, al mismo tiempo que Newton, el cálculo infinitesimal (cálculo de derivadas e integrales).
Toda su vida, Leibniz procuró descubrir una forma de matemática generalizada, que él llamó Characteristica Universalis, con la cual creía posible sustituir el pensamiento por el cálculo. El pensamiento ha de seguir el rigor del cálculo de máximos y mínimos, del cálculo infinitesimal; su lógica matemática buscará el camino. Si encontráramos este lenguaje lógico universal, asegura Leibniz, podríamos razonar en cuestiones metafísicas o morales de la misma manera que razonamos en la geometría y el análisis: si surgieran controversias, no haría falta que dos filósofos disputaran, de la misma manera que no hace falta que disputen dos contables. Sería suficiente que tomaran un lápiz y se dijeran mutuamente: ¡Calculémoslo!
En Física formuló la ley de la conservación de la energía. Afirmó que la materia no es sólo extensión, sino también energía.
En Lógica aplicó su simbolismo algebraico a su lógica formal (Leibniz fue uno de los fundadores de la lógica matemática).
En Economía diseñó proyectos de explotación de minas.
En Historia su aportación fue el retorno al estudio de los documentos originales (es decir, retorno a las fuentes de información).
En Filología, su análisis de la antigua lengua alemana y la antigua lengua celta.
En Derecho su análisis de cuestiones jurídicas ya que Leibniz era doctor en Derecho.
En Política, sus iniciativas político-religiosas a favor de la unión de Alemania; sus trabajos como diplomático, hombre de corte y consejero del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
2. Teoría del conocimiento.
Leibniz acepta la importancia de los sentidos en el proceso del conocimiento. Ahora bien, también considera que la mente impone ciertas marcas innatas, es decir, acepta la existencia de ideas innatas (como Descartes), como la idea de Dios, los principios prácticos de orden moral, los primeros principios lógicos y matemáticos, determinados impulsos y tendencias…; incluso considera innata la persistente inquietud humana que nos lleva a la actividad.
Una aportación muy importante de Leibniz es la distinción de dos órdenes o tipos de verdades. Para él, todo el conocimiento humano está formado por dos tipos de verdad: las verdades de razón y las verdades de hecho. La diferencia que hacemos actualmente entre ciencias formales y ciencias empíricas tiene sus raíces en esta distinción.
Las verdades de razón son las verdades necesarias o tautologías, o sea analíticas, es decir, aquellas en las que el sujeto contiene el predicado; por ejemplo “los triángulos tienen tres ángulos”, lo que afirma el predicado se desprende del análisis del propio sujeto, no hay nada nuevo y no es posible un predicado contrario. Las verdades de razón se basan en el principio de no contradicción; su contrario es siempre imposible, por ejemplo, “El todo es más grande que las partes”.
Las verdades de hecho son las verdades sintéticas, aquellas en las que el predicado no se desprende del sujeto sino de la observación de los hechos o de datos empíricos. Cuando digo: “el calor dilata los cuerpos”, el predicado es una nueva información que se une al sujeto; podría ser que “El calor no dilatara los cuerpos”. Las verdades de hecho se basan en el principio de razón suficiente; nada pasa sin que exista una razón para que ocurra así y no de otra manera. Otro ejemplo: “Los vestidos son más largos que las blusas.”
Para Leibniz el mundo de la coherencia lógica es diferente e inconfundible con el mundo de las cosas. Las ciencias formales, como la lógica o las matemáticas, son de un orden diferente al de las ciencias empíricas, como la física o la biología, ya que las verdades de razón son absolutas, y las verdades de hecho, contingentes.
3.El principio de razón suficiente.
La distinción entre verdades de razón y verdades de hecho le sirve a Leibniz para dar un fundamento racional a todo lo que sucede, pues las cosas o hechos que pueden darse o no darse (suceder o no) dependen también de un principio racional, el principio de razón suficiente, que reza: todo lo que existe o sucede tiene una razón para existir o suceder.
Apoyándose así en el principio de razón suficiente, Leibniz, sin renunciar al ideal deductivo del Racionalismo, salva la libertad de los actos humanos. Los actos humanos son libres para Leibniz pero no irracionales, tienen una razón suficiente de ser, razón que, en último término, depende de la voluntad divina que creó este mundo, aun habiendo podido crear otro.
El último aserto nos conduce a una nueva cuestión: si Dios pudo haber creado otro mundo cualquiera, entonces, ¿por qué eligió éste precisamente? La respuesta de Leibniz es sencilla: hay una infinidad de mundos posibles que, según su grado de perfección, podrían llegar a la existencia; pero, siguiendo el principio de perfección, Dios creó este mundo porque es el mejor de los mundos posibles, ya que Dios siempre obra en vistas a lo mejor. Ésta es la razón suficiente que ha llevado a Dios a preferir este mundo a cualquier otro.
Se hace así patente el optimismo metafísico de Leibniz, que será criticado por filósofos posteriores como Voltaire, quien le ridiculizará, o Schopenhauer, para quien este mundo, lejos de ser el mejor, es el peor de los mundos posibles.
4. Las mónadas.
Leibniz, buen conocedor de la metafísica de Descartes, muy pronto criticó la concepción que éste tenía de la materia; para Leibniz, la materia es mucho más que extensión. El mayor error de Descartes, afirma, ha sido olvidar que toda la naturaleza está poseída de movimiento, que hay dinamismo bajo cualquier realidad. Es necesario comprender este olvido de Descartes: su visión era estática como consecuencia de rechazar todo lo que no era claro y distinto (es decir, medible), y su geometría analítica no podía medir el dinamismo presente en la realidad.
Para Leibniz, lo que compone la realidad es mucho más que extensión: es dinamismo, fuerza, energía. Por debajo de la pura extensión, existen unos puntos de energía. A esto puntos de energía Leibniz los llamaba mónadas (palabra procedente del griego que significa unidad).
Las mónadas son los elementos de que se compone la realidad. Estas mónadas, puntos inextensos dotados de energía, sin sustancias simples e indivisibles, que forman parte de los compuestos (es decir, de las cosas tal como las percibimos), y se encuentran bajo cualquier realidad.
Hay un número infinito de mónadas; cada una es energía pura, sin partes, inextensa, indivisible, independiente de otras mónadas (es decir, autónoma).
5. La armonía preestablecida.
¿Cómo se relacionan las diversas entidades existentes, compuestas de diferentes e incomunicables mónadas? Por ejemplo, ¿cómo queda solucionado el problema de la relación entre el cuerpo y el alma? Leibniz afirma que Dios, al crear cada mónada singular, le otorgó su ley interna de manera que todas actuaran según la armonía que se encuentra en todo el cosmos y que ha sido establecida previamente por Dios (por este motivo, Leibniz la llama armonía preestablecida).
Según Leibniz, podemos considerar a Dios como el gran relojero del universo, un relojero que desde un principio ha programado cada una de las piezas; así, entre las mónadas que componen el universo hay una eterna armonía.
6. El problema del mal.
Leibniz nos describe un Dios perfecto, que ha creado un universo perfectamente organizado. Entonces, ¿cómo podemos explicar la innegable realidad del mal en el mundo, un mal que se manifiesta a través de sufrimientos, enfermedades, crímenes…? Algunos autores han llegado a afirmar que la existencia del mal en el mundo es incompatible con la existencia de Dios.
Para responder a esta cuestión, Leibniz analiza en qué consiste el mal, y llega a distinguir tres tipos de mal: metafísico, físico y moral. El mal metafísico se identifica con las limitaciones de toda realidad que no sea Dios; es la ausencia de la perfección divina. El mal físico (miseria, enfermedades…) consiste en la falta de bienes (prosperidad, salud…) y no tiene realidad propia, sólo es ausencia de bien. El mal moral o pecado proviene de una cualidad o perfección concedida por Dios a los seres humanos: la libertad.
Pero, incluso si aceptamos el mal como simple falta de bien, ¿por qué Dios ha elegido crear un mundo donde se da esta fata? Leibniz concluye que, si a la hora de la creación del universo Dios ha elegido crear nuestro mundo y no otro, es porque éste es el mejor de todos los mundos posibles; aunque no sea un mundo óptimo, ha de ser el más perfecto de todos los que podían ser creados. Si a veces no llegamos a comprender la bondad que hay en el universo, es porque nuestra razón humana es limitada.
(Lorenzo Vallmajó Riera. Historia de la Filosofía. Editorial Edebé. Barcelona. 2009. AA.VV. Paradigma 2. Historia de la Filosofía. Editorial Vicens Vives Barcelona. 2003)